lunes, 22 de julio de 2013

Al día siguiente...



… con el sonido de la primera llamada a la oración desde el alminar de la Koutoubia, comenzó uno de los puntos importantes del viaje por el sur de Marruecos, la visita al Sáhara, que para los que no lo sepáis Sáhara significa desierto en dariya.

A las 6.30 de la mañana, y tras un espectacular desayuno con el que nos agasajaron en el hotel donde pernoctamos, estábamos prestos y dispuestos con las mochilas en la puerta esperando a que la furgoneta de la compañía de viajes pasase a recogernos para llevarnos, tras una ruta de varias horas de coche y distintas paradas que luego os contaré, hasta las mismísimas puertas de uno de los parajes más inhóspitos del planeta.

Camino de subida hacia Tizi N'Tichka
La expedición que formábamos desde luego era políglota y heterogénea, éramos siete personas, ocho contando con el chófer, que veníamos de diferentes puntos del planeta y en diferentes circunstancias. Las nacionalidades del viaje eran: argelina, belga, portorriqueña, marroquí y española, todo un crisol de culturas, idiomas y maneras de entender la vida y afrontar el viaje. Fue bastante divertido hacer de intérprete para transmitir algunas de las recomendaciones de nuestro chófer, que se quedó bastante asombrado al ver que era capaz de hablar en su mismo idioma.

Como digo partimos de Marrakech rumbo a Merzouga, puerta del desierto y punto final de nuestro viaje, un trayecto de unos seiscientos kilómetros y unas once horas de furgoneta aproximadamente. La ruta tenía marcadas distintas paradas y nos terminaría llevando tres días y dos noches, ida y vuelta, que a continuación os empiezo a relatar.

Saliendo de Marrakech uno se da cuenta rápido que ya está cerca del árido desierto, el paisaje que se divisa por el camino está salpicado de palmerales y enormes extensiones de terreno en las que no hay nada más que polvo y piedras. A la hora de camino comenzamos a subir montañas hasta llegar al paso de Tizi N’Tichka, uno de los puntos más altos de Marruecos y que suele estar cerrado en invierno por las condiciones climatológicas. En el camino de subida hacia el puerto tuvimos la oportunidad de realizar nuestra primera parada, en mitad de una curva un buen hombre había montado una suerte de bazar improvisado donde ofrecía al visitante piedras y fósiles: rosas del desierto, piedras volcánicas… La verdad es que el puerto en sí era un lugar bastante hostil, sin ningún tipo de vegetación, lo que se llama un paisaje lunar, aunque en alguna loma de la montaña habían conseguido hacer un campo de fútbol, ¡cómo no!

El paisaje arriba era desértico, casi lunar.
La bajada del puerto nos condujo a un valle en el que la vegetación, algo más abundante, estaba formada en gran medida por árboles de argán, que da un fruto que se utiliza para hacer aceite, productos cosméticos y alimenticios y que tan de moda se ha puesto últimamente, además sirve como elemento base de uno de los placeres más exquisitos de la gastronomía típica marroquí, el amlou. Como no podía ser de otra manera, en torno a esa moda del argán han surgido montones de proyectos, sobre todo con mujeres (incido una vez más en la liberación de la mujer en el sur de Marruecos), de cooperativas en las que ofrecen todo tipo de productos derivados del argán, esa fue nuestra segunda parada para conocer las bondades del producto y degustar, para mi delicia, un poco de amlou, la “nutella bereber”.

Amlou, un placer para el paladar.
Tras haber conocido de primera mano el proyecto de la cooperativa del argán, proseguimos nuestro camino hasta la siguiente parada, un lugar… de cine y nunca mejor dicho, habrá varias referencias al cine en el relato de este viaje. La siguiente parada en nuestro camino, cada vez con un paisaje más y más desértico, fue Aït Ben Haddou, una ciudad en mitad de la nada pero famosa en el mundo entero por ser escenario natural de multitud de películas como Gladiator, El Príncipe de Persia, Lawrence de Arabia… La ciudad tiene una kasbah, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en la que se conserva casi intacta la estructura original del enclave, está prácticamente deshabitada pues no hay ni luz ni agua corriente en la zona antigua y los habitantes viven en una zona nueva al otro lado del riachuelo que la circunda. Para un cinéfilo como yo encontrarse en ese lugar fue una auténtica pasada, tuve además la oportunidad de ver fotos de los rodajes de algunas de esas películas que los lugareños mostraban orgullosos como recuerdo, en la mayoría de los casos, de su participación en los rodajes. Si me permitís ser un poco más friki de la cuenta, la ciudad ha servido últimamente como escenario para la galardona Game of thrones, en la que la ciudad era Yunkai, una ciudad esclavista.

Aït Ben Haddou, escenario de infinidad de películas y Patrimonio de la Humanidad.
Mil fotos después y mil comentarios acerca de si reconocía o no tal o cual rincón, nuestro viaje prosiguió hasta la vecina Ouarzazate, conocida como La puerta del desierto, la ciudad más importante de la zona, antigua parada obligada para las caravanas comerciales. En la ciudad, además de la Kasbah de Taourit, una más de las típicas que se encuentran por la zona, se encuentran los mundialmente conocidos Estudios Atlas, estudios cinematográficos donde han sido rodadas grandes películas de la historia del cine como: Lawrence de Arabia, La última tentación de Cristo, La momia, El reino de los cielos… y, momento friki otra vez, Starwars. En la recepción de los estudios, cualquier buen aficionado al cine, se puede quedar horas y horas observando fotografías, recuerdos y detalles del vestuario de algunas de esas películas.

Estudios Atlas, el hollywood marroquí.
Terminado el momento freak, aunque me costó, montamos de nuevo en nuestra furgoneta para continuar, esta vez sí, hasta la última parada del día, la Garganta del Dades. Saliendo de Ouarzazate el camino nos condujo a través del Valle de las rosas hasta el lugar donde pernoctaríamos ese primer día de ruta hacia el desierto, un hotel enclavado en lo más profundo de la Garganta del Dades, un lugar en el que el agua ha ido marcando su camino a lo largo de siglos de historia y que por lo extraño del contraste muestra uno de los paisajes más agrestes que uno pueda imaginar encontrar a una distancia tan próxima del desierto. El lugar, además de lo espectacular del entorno, era un rincón perfecto para descansar y poner fin a aquella jornada tan calurosa del domingo 17 de junio de 2012, sin duda alguna un día de cine.

Garganta del Dades, un rincón salvaje en medio del camino.
Mañana vuelvo y os sigo abriendo la ventana a ese viaje tan maravilloso que tuve la suerte de disfrutar, hasta entonces un fuerte abrazo para todos y SED FELICES!!!!.

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