jueves, 26 de abril de 2012

Tanyaoui en Chaouen

Una de las razones por las cuales este blog empieza a parecer el río Guadiana, que aparece y desaparece a lo largo de su curso, es que con la llegada del buen tiempo y con motivo de las vacaciones escolares, lo cual implica tener los fines de semana completamente libres, estoy aprovechando los fines de semana para viajar, hacer un poco de turismo marroquí y conocer otras realidades más allá del trabajo diario en Tánger, otras situaciones y lugares que me están haciendo valorar y disfrutar todavía más la experiencia que estoy teniendo.

El fin de semana pasado, concretamente, aproveché para conocer una ciudad, bueno mejor dicho un pueblecito, de las montañas de la cordillera del Rif, enclavada en un paraje natural de una belleza salvaje, rodeada de montañas escarpadas y con una belleza paisajística y colorido que hacen de ella un enclave de obligada visita para muchos de aquellos que vienen a Marruecos a hacer turismo, Chefchaouen o Chaouen, para los amigos.

La belleza de la ciudad empieza desde el camino de llegada, pues la carretera que une la ciudad con Tetuán es una continua sucesión de curvas enrevesadas que hacen de un trayecto de apenas sesenta kilómetros un viaje de algo más de una hora y cuarto. Además tuve la suerte de hacer el viaje de ida en autobús desde Tánger, lo cual le dio un punto de vista completamente diferente al trayecto. El autobús en cuestión era una de esas viejas tartanas desvencijadas que hace muchos años que ya no se ven por las carreteras españolas con compartimento superior para almacenar las maletas. Me gustó la sensación, en esto sé que igual soy repetitivo, de ser uno más en el autobús, de moverme de la misma manera que lo hacen los marroquíes, la gente de aquí que viaja de un sitio a otro aprovechando la "comodidad" y el "encanto" del transporte público, en el que de manera espontánea a mitad del viaje un señor mayor puede levantarse y darte una charla acerca de las bondades de tal o cual remedio natural para curar todos los males, aquí sí que me sentí el extranjero, pues después de su charla ofreció el producto a todo el mundo que viajaba en el autobús menos a los dos foráneos que íbamos.

El encanto de la ciudad empieza desde el momento justo después de bajarte del autobús, ya que desde el primer momento se percibe que es una ciudad que vive eminentemente del turismo. En perfecto castellano, quizá debido a la presencia durante muchos años de los españoles en la ciudad, agasajan al turista con todo tipo de ayudas o parabienes: conseguir hotel, guiarles un paseo por la medina de la ciudad, llevarles las maletas...Capítulo aparte merece el tema del ofrecimiento del "souvenir local por excelencia", en este sentido sí que he de reconocer que hasta esta visita nunca me habían ofrecido tanto en tan poco tiempo, en algunos momentos pude sentirme un poco agobiado, pero bueno son cosas de ser turista.

Una vez que uno comienza a andar por sus calles empieza a sentir que está paseando por una ciudad diferente, con un encanto especial, tal vez sea el entorno de la ciudad o el color azul tan típico de sus calles, pero ciertamente uno siente cierta paz dejándose llevar por el interior de las calles de su medina, una medina si bien bastante pequeña también es cierto que está llena de rincones tan típicos como bellos, con fuentes, pequeñas placitas, casas de dos plantas de ventanas de estilo árabe, y el colo azul, sin duda uno de los signos más característicos de la ciudad es el color del que están pintadas la mayoría de sus casas que en muchas ocasiones da lugar a estampas sumamente bellas que son captadas por las cámaras de fotos de los visitantes de la ciudad.

En cuanto al entorno de la ciudad, como he dicho, está rodeada de montañas escarpadas y se encuentra situada en el centro de un cañón a través del cual baja una cascada de agua en la que se refrescaban los niños mientras algunas mujeres hacían su colada en unos lavaderos de los que ya se ven pocos por el mundo, por lo menos por el mundo que yo he conocido hasta ahora. En lo alto de uno de los cerros que circundan la ciudad se puede visitar una mezquita, creo entender que la llaman española, desde la que se puede ver una panorámica de la ciudad ciertamente preciosa y desde la que tuve la suerte de poder ver la puesta de sol el sábado por la tarde, justamente mientras se jugaba el enésimo derby de la temporada, y, de verdad lo confieso, hubiera sido una pérdida de tiempo renunciar a ver el espectáculo de ver esconderse el sol tras las montañas por ver otro partido del siglo.

Ya para terminar, y para explicar el por qué del título de la entrada, me gustaría compartir una sensación que me ha dejado esta primera, y espero que no última, visita a Chaouen. Y es que desde el momento de mi llegada intenté pasar lo más desapercibido posible, quería que no me vieran como a un turista más, cosa que no llegué a lograr del todo, por ello, y con el árabe que más o menos hablo, intentaba dirigirme a la gente local en dariya y muchos de ellos se sorprendían y me felicitaban por la manera de hablar, rápidamente me preguntaron que de donde era y yo, como no podía ser de otra manera, contesté:"Ana tanyaoui!! ", pues desde ese momento cada vez que pasaba por la plaza Uta al-Hamman, el epicentro de la medina de Chaouen y el sitio por el que circulan todos los turistas que viajan a la ciudad, todos los vendedores de los puestecitos y los camareros de los restaurantes me saludaban al grito de tanyaoui. Es por esto que, parafraseando una canción de Sabina, diría algo así como:
"... pero si me dan a elegir
              de entre todas las vidas yo escojo
          la de Tanyaoui en Chaouen."

Si la semana pasada volvía enamorado de Fez, esta semana me cuesta mucho encontrar la palabra con la que definir mis sensaciones a la vuelta de Chaouen, creo que lo mejor que puedo decir es que merece la pena lanzarse de cabeza a la aventura de conocer nuevos rincones y nuevos parajes en los que descubrir que uno puede llegar a la felicidad.

Un fuerte abrazo para todos y ¡¡SED MUY FELICES!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario