lunes, 23 de enero de 2012

“Érase una vez la revolución…”

En uno de los trabajos que he tenido la suerte de tener hasta ahora fui a parar al gabinete de prensa y protocolo de un festival de cine documental, llegué allí un poco por casualidad o de rebote, como queráis mirarlo, pero para mí fue una experiencia francamente gratificante. De esa etapa guardo dos buenos recuerdos, uno el gusanillo de escribir, de hacer llegar a los medios las noticias que el festival generaba, y por otro lado el descubrimiento de un cine que es realmente maravilloso, que no copa grandes páginas en la prensa pero que transmite historias preciosas, ejemplos reales de superación o de sufrimiento en crudo, sin el aderezo ni el maquillaje de ningún efecto más allá del que nos pueda producir la cruda y dura realidad.

Fue allí, como digo, donde me topé con una historia de esas pequeñas, casi sin importancia alguna, pero de las que te llegan y te hacen plantearte cosas. Esa historia de la que os hablo tiene por título “Flores de Luna” y narra la historia de la creación, desarrollo y lucha social de un barrio, concretamente del barrio de El Pozo del Tío Raimundo en Madrid. Os recomiendo el visionado del documental a todos aquellos que tengáis la oportunidad de hacerlo, cuenta la historia de muchos emigrantes que en los años cincuenta abandonaban sus ciudades de origen en Andalucía o Extremadura para buscar en la capital un futuro mejor, una vida más próspera.
Una joya que descubrí por una de esas "casualidades" de la vida.

En el documental se narra la historia de la lucha de los vecinos de ese barrio por mejorar su situación, nos lleva desde los orígenes del barrio en los años cincuenta, en un lodazal en el que cuando llovía quedaban incomunicados, hasta la actualidad, con unas condiciones de vida mucho mejores. La trama del documental nos desvela como fue, y como sigue siendo hoy en día, la lucha de los vecinos del barrio por reclamar algo que consideran legítimo, la dignidad.

Gracias a ese documental conocí la figura de José María Llanos, un sacerdote jesuita que pasó de dirigir ejercicios espirituales al por entonces Generalísimo Francisco Franco Bahamonde a ser miembro del Partido Comunista, sinceramente a todos aquellos que por tener tendencias políticas de izquierda pensáis que hay que ir en contra de la Iglesia os invito a que os acerquéis a conocer la figura de este sacerdote que en plena dictadura franquista fue impulsor de la creación de estructuras sociales para el establecimiento de sindicatos, creó comunas de trabajadores y luchó con todas sus fuerzas contra las injusticias sociales que se cometían contra aquellos que menos fuerza tenían para defenderse, personalmente creo que muchos de los que a día de hoy se dicen de izquierdas tendrían mucho que aprender de la figura de este sacerdote.
El Padre Llanos y Dolores Ibarruri, La pasionaria.

La frase que da título a la entrada de hoy está extraída de un libro de Manuel Castells llamado “Ciudad, democracia y socialismo” en el que se narran historias de barrios en los que la unidad de los vecinos hizo que se consiguieran grandes logros, una de esas historias es la que se narra en la película de la que hoy os he hablado.

Espero que aquellos que tengan la oportunidad la vean y si así lo desean compartan su crítica en este espacio, yo he tenido la suerte de volver a toparme con este documental en el Instituto Cervantes de Tánger, ha sido mi primer préstamo con el carnet de socio.

Un fuerte abrazo para todos y ¡¡SED FELICES!!

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