sábado, 31 de diciembre de 2011

Hacer la fotosíntesis


Hoy me gustaría hablaros de una cosa muy curiosa que me pasa muchos días en el período de tiempo que va desde las doce de la mañana hasta las dos del mediodía, es el período en el que los chavales del centro están en el patio y hacen el cambio de turno, unos van al cole y otros vuelven del cole para comer en el centro, es el único rato del día en el que el sol baña con sus rayos nuestro patio, y es el momento del día en el que comienzo a hacer un pequeño peregrinaje en busca del calor solar.

Y es que el sol en estos días de invierno es uno de los bienes más preciados que tenemos por aquí, aunque no todo el mundo lo valora de la misma manera, pues para vuestra información, seguro que a más de uno le sorprende, a la gente de aquí no le gusta el sol, no les gusta ponerse morenos, porque son un poco racistas, sí sí como lo oís, y toda la gente de piel oscura son los trabajadores del campo o los inmigrantes, gente de poco caché de la que, por lo general, ellos rehúsan parecerse.

Esto que os acabo de contar lo llevan hasta límites un tanto cómicos, por denominarlo de alguna manera, y así no es raro encontrarse a gente por la calle en pleno mes de diciembre tapándose con un periódico o con una carpeta de los rayos del sol, de un sol que a pesar de su brillo calienta más bien poco, supongo que fruto de la elevada humedad relativa del aire. En el caso de las mujeres suelen pintarse la cara de color blanco para evitar por todos los medios cualquier parecido con las mujeres del campo, llegan a parecer auténticas geishas con la cantidad de maquillaje que llevan encima.

Como os decía al principio ese período de tiempo es el que los rayos del son bañan nuestro patio, el problema es que, por causa del enorme edificio que tenemos al lado del centro, no da en todo el patio sino que va dibujando una línea recta desde una punta a otra del patio, como si fuera un foco en un teatro o en un concierto, concretamente para los que conozcan el hogar el sol va desde la puerta de la avenida Presidente J. Rus hasta la niña que está lanzada a parar el balón.
Esta foto es de finales de abril, actualmente el sol dibuja una línea entre los dos puntos señalados

Pues bien en ese panorama, y cual girasol en período estival, todos los días a las doce intento acercarme a la zona en la que tímidamente empiezan a aparecer los rayos solares en busca de un calor tan necesario como escaso estos días. No son muchos los niños que se sientan en la grada a calentarse, es más los más mayores procuran sentarse a la sombra para evitar así ponerse morenos, aguantando estoicamente el frío que por las posaderas entra y poco a poco va apoderándose de todo el cuerpo. Yo empiezo a moverme poco a poco, casi arrastrándome como un caracol, siguiendo el rastro que el sol va dibujando en la grada, la verdad es que me resulta curioso fijarme algunas veces en las caras raras que ponen los niños cuando me ven hacerlo, supongo que para ellos resultará sorprendente que alguien haga eso, pero es que en estos días hay que combatir el frío como sea. Conforme se van aproximando las dos de la tarde, y coincidiendo con la hora de ir a comer, el sol levanta sus últimos rayos de las gradas del centro y se despide hasta el día siguiente, dejando tras de sí un rastro de frío que te hiela hasta los huesos y que una vez dentro no hay manera de quitarse.
Cómo un girasol peregrino en busca de los rayos de un sol que no calienta.

Así paso yo ese rato todos los días, mi peculiar peregrinación diaria en busca de un calor que me temple el cuerpo, mi búsqueda casi desesperada de los rayos de un sol que no calienta pero que para mí resulta tan necesario, pues como digo en el título de la entrada sin él no podría hacer mi fotosíntesis.

Un abrazo a todos y ¡¡SED FELICES!!

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