miércoles, 28 de diciembre de 2011

Cruzar el puente


Volver después de haber pasado unos días magníficos por casa es duro pero aún así tiene matices muy positivos que hoy me gustaría acercaros y que hacen que después de todo uno también desee regresar a la vida de aquí, al otro lado del Estrecho.

En primer lugar me gustaría pedir perdón desde aquí a toda la gente que no ha podido verme o con la que no he podido compartir todo el tiempo que hubiera deseado, especialmente a ti que sé que lo estás pasado mal y que has estado fastidiado por problemas, a ti con el que tantos momentos he compartido en la vida y de quien tengo la suerte de decirme amigo, aunque me lleve muchos tirones de oreja por tu parte, te confieso una cosa uno de mis deseos navideños es volver a verte aquí en Tánger y me gustaría que se cumpliera, una buena manera de reunirnos algunos de los que hace ya trece años comenzamos esta aventura.
Algunas de las cosas que llenaban mi maleta

Por lo que al regreso se refiere, os confieso que ayer por la noche estaba muy agobiado por todas esas cosas que se me han quedado en el tintero y que no he podido hacer, tan agobiado que como le confesé a mi madre no tenía muchos ánimos para volver, y así de esa manera inicié el viaje. Cargados hasta no poder más, desde aquí un abrazo y un reconocimiento público de mi gratitud a mi amigo Antonio, que por segunda vez consecutiva se ha ofrecido para acompañarme en la despedida, y pasando un frío propio de las fechas en las que estamos, nos pusimos, esta vez hemos viajado Eloy y yo, rumbo al sur en un autobús que nos llevaba a un destino incierto, pues como comenté ayer la situación de rachas de viento en el Estrecho impidió la salida de los buques que cubren la ruta Tarifa-Tánger.

A la llegada a Algeciras el panorama era un poco preocupante, creo que era más mi manera de ver la situación en ese momento que la realidad en sí. El cielo estaba completamente cubierto y, sin llegar a las velocidades de ayer, soplaba un viento de levante que hacía que la ropa se ciñera al cuerpo, más aún si cabe. Nos encaminamos a las taquillas de información de la compañía naviera con la que teníamos el billete y nos garantizaban que a partir de las doce del mediodía se reanudaba el servicio, primer obstáculo superado aunque seguía con el pesimismo en lo alto.

Tras el rutinario traslado entre los puertos de Algeciras y Tarifa, para coger el fast-ferry, la situación empezaba a cambiar poco a poco, tan poco a poco como íbamos distinguiendo la silueta recortada del continente africano, tan pronto como empezamos a divisar la otra orilla un resorte dentro de mí se activó y todo empezó a parecerme de una manera completamente distinta a los minutos previos en los que las nubes también estaban copando mi estado de ánimo.

Una vez embarcado y ya en plena travesía, las ganas por atracar cuanto antes en el puerto de Tánger iban creciendo al mismo ritmo que el oleaje, pues a pesar de haber reiniciado el servicio de barcos, hoy el mar se movía con una fuerza que no recordaba yo, parecía que hoy el mar quería recordarme su importante papel en la situación en la que vivo, él es el verdadero puente.
Así, con estas pintas iba cruzando el puente.

Además parecía que todas las circunstancias se iban sucediendo con la misión de cambiar mi estado de ánimo, así de repente el día se abría y lucía un sol espléndido que permitía distinguir con más nitidez si cabe las formas de los edificios de la ciudad, ahora ya sí que todo iba viento en popa, y nunca mejor dicho. Añadido a esto, además tuve la suerte de poder divisar delfines y focas monje desde la cubierta del barco, a la que me gusta salir cada vez que viajo, todo un espectáculo con el que me deleitaba pocos minutos antes de llegar al puerto.

A las dos y cuarto del mediodía, horario marroquí, atracábamos en el puerto de Tánger, y yo ya no tenía las mismas sensaciones que doce horas antes cuando había salido de mi casa, ya el recuerdo de los agobios, las prisas y la falta de tiempo, quedaba atrás, en la historia de las primeras navidades que pasé a caballo entre los dos lados del estrecho.
Con este sol me recibía la ciudad de Tánger.

Una vez instalados, recogidas las maletas, ordenadas las cosas que me he traído, ha sido el momento en el que me he sentado a disfrutar, a paladear todas esas sensaciones que estos días me han transmitido, me he sentado a colocar todos esos recuerdos que habéis querido compartir conmigo estos días, la verdad es que la cantidad de besos y abrazos que traigo en la maleta supera con creces lo que yo me esperaba, los tendré ahí presentes con todo el cariño del mundo y cada día cogeré uno para recordar que allí, donde Guadiana y tierra se abrazan, está también gran parte de mi tesoro, gran parte de mi corazón.

Mañana vuelve el trabajo, vuelve la alegría de los niños, vuelve el ritmo frenético, pero todo se ve de otra manera después de volver, después de haber hecho un breve pero intenso descanso.

Un abrazo enorme para todos y ¡¡SED FELICES!!

PD: Por problemas con nuestro proveedor de internet nos encontramos sin conexión, a pesar de publicar la entrada hoy, fue escrita en la tarde-noche de ayer.

1 comentario:

  1. Eyyyy, que guay, cuántos recuerdos por Dios, que pasada. Me alegra tanto que estéis ahí los dos, aunque se os hecha un montón de menos por aquí, como supondréis.
    Le doy gracias a Dios por la experiencia que te está ofreciendo, pues es una pasa, ya lo irás viendo. Y solo decirte que nos alegró mucho tu visita, tanto a Manoli como a mi, de veras, fue una bendción y es de agradecer que con lo apretao que estaba tu tiempo sacaras un hueco pa nosotros, muchas gracias y MUCHAS VECES, jeje, que dicen por auqí, pues esperamos que vuelvas (junto con Eloy)la próxima, con más tiempo. Un abrazo enorme, pa tí y pa tol Hogar.
    Ismael

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